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Del Potro. Fotografía de smh.com.au |
Arturo Delgado
El español
jugó fantástico pero Del Potro se convirtió en un rival insuperable. El
argentino transformó cada golpe en un reto imposible para Rafa, lastrado por el
cansancio y los errores.
Será difícil
que Rafa Nadal olvide el partido de ayer contra Del Potro. El mallorquín
desplegó su mejor tenis pero no derrotó al argentino. Ambos luchaban en China
por una final donde Djokovic, ya clasificado, aguardaba ansioso por recuperar
su trono. Difícil empresa para el lobo serbio, ante él estará un titán de 1,98 ansioso por derrotarlo.
Todo
aficionado al tenis conoce la entereza que Del Potro muestra ante los grandes
adversarios. No en vano derrotó a Federer cuando este jugaba como un dios en
las pistas de cemento, y dio buena cuenta de Andy Roddick en el terreno
preferido del americano, el US Open; pero pocos tenían claro qué podía pasar
frente a Rafa.
El español
jugó con la pericia de un maestro y demostró que su tenis ha evolucionado; de
manera que sus golpes son ahora más certeros y están mejor ejecutados. Ayer
volvió a demostrar su dominio en cada disciplina, sin embargo, le condenaron
dos cosas siempre fundamentales: la suerte y los errores. Tal vez sea por el
esfuerzo para recuperar la corona o por el desgaste normal de pasados partidos,
pero erró en los puntos clave y su rival aprovechó cada fallo.
Rafa no
encontraba el ángulo adecuado para dañar a un adversario que de repente se
había transformado en un goliat imparable. Sobre la línea de fondo, Delpo
flotaba ágil y confiado con un juego mortífero que convirtió el partido de Nadal
en un reto continuo. Las bolas cortadas con el revés y las planas, rápidas como
centellas, minaban poco a poco las escasas opciones que se le presentaban. Pero jamás dio
muestras de rendirse y como siempre, desplegó su tenis con la garra y el temple
de los grandes campeones. Luchó buscando el fallo, devolvió pelotas imposibles,
jugó con ritmo y pertinaz insistencia, mostrando la fuerza indómita y la
intensidad que le caracterizan; pero Del Potro estuvo perfecto.
El argentino
avisó del resultado tras romper los dos primeros saques y contrarrestó sin
excesivos problemas el mejor arma del español, la bola alta. Su envergadura le
permite recibir estas pelotas a la altura de la cadera, no de los hombros como
sería habitual, por lo que ni siquiera eso le hizo mella. Su contundente tenis,
además, luce mejor cuando guerrea al borde del abismo, como le ocurre a Murray,
de modo que solucionó con solvencia las seis bolas de break de las que dispuso
Nadal, que no son pocas.
Asentado en el
número cinco, el destino aguarda a Juan Martín Del Potro. Su regreso se ha
confirmado y nada queda de aquella lesión del 2010. Djokovic, París y la
esperada cita de Maestros recibirán la llegada del colosal argentino, y si el
genio le acompaña, nadie sabe cuál será la cima de un tenista que cayó al
abismo y de nuevo roza los cielos.
Esa lesión de 2010 paró a Del Potro cuando iba directo a por el número uno. Por entonces hay que recordar que Djokovic estaba aún en la segunda línea, todavía no había dado el salto que le llevó al nº1, y su nivel de juego no era más alto que el de Delpo. Una pena. La lesión le frenó en seco y pese a dejar su sello en partidos como el de ayer, creo que su tren para el nº1 ya pasó. De Nadal poco que comentar. Hace un año lo daban por retirado. Hoy es el nº1. El mejor espejo en el que puede mirarse Del Potro (que empezar por trabajar mucho más su condición física, le falta bastante resistencia, en partidos largos se pierde)
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