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Isco y Morata. Fotografía de skysports.com |
Ancelotti se estrenaba en competición oficial con el Real
Madrid. Tenía que pasar reválida ante un Bernabéu con hambre de juego y
títulos, a la espera del ilusionante Gareth Bale. El Real Madrid consiguió la
victoria aunque con una nota muy alejada del sobresaliente deseado.
Cierto es que aún se están engranando las piezas de lo que
se espera sea una máquina demoledora, pero también es cierto que la mayoría de
los jugadores blancos que saltaron al césped ya habían lucido como titulares con
regularidad en el equipo vikingo. Con Carvajal e Isco como debutantes, se
esperaba que, unidos a lo que ya había, el salto de calidad fuese notable.
Y de eso hubo a ratos. Con el triángulo Özil, Isco y Modric,
el Madrid combinaba a más velocidad, pero con frecuencia, el equipo se atascó
ante la bien plantada defensa verdiblanca y la falta de inteligentes desmarques
del resto.
Se ganó por nombre y jugadores, pero el equipo mostró muchas
carencias. En la parte trasera sin ir más lejos, ante la falta de sacrificio de
algunos de los de delante. Khedira se vio sobrepasado y hasta la entrada de
Casemiro, el Madrid no mostró el dominio absoluto de la medular. Una buena
actuación más de este joven brasileño, que sigue sumando puntos en la
calculadora de Ancelotti.
Pero quizá, más que el gol de Isco que daba los tres puntos,
lo que más le ilusionó al madridismo fue la entrada de Morata. Con empate aún
en el marcador, el técnico italiano tiraba de la demandada cantera y una de las perlas
del filial gozaría de minutos y sobre todo, confianza. Que se ande con ojo
Benzema. El público estaba dividido entre él e Higuain. Con el jugador de La Fábrica podría perder la
batalla de la popularidad.
El Barça se puso el mono de trabajo
El equipo del Tata Martino parece más ilusionado -no
ilusionante- que nunca. Le endosó siete tantos a los otros azulgrana de la
categoría. Un Levante que acudió a la cita pensando en recibir poco y que al
final tragó mucho.
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