Los dichos son sabios. Tardaron en salir de su escondite, y todavía no se les ve bien, pero las gotitas que caen de su caverna alteran a su favor. No sé que contienen las lágrimas de la culerada, quizás sea alcohol, pero es bajar lentamente por sus mejillas y confundir a todos los cuartetos arbitrales.
No hace ni dos días que Messi protestó por la actitud de algunos colegiados, luego fue Rossel; y llegó el milagro. Ahora lo que parece claro para todo un estadio, los únicos que no ven en el campo son 4 personas, las encargadas de señalarlo. Simple casualidad. La mano de Pinto fue tan evidente que ni El Colonias pudo negarlo en rueda de prensa. Solo faltaba.
Parece claro, hay que llorar para mamar. Es la fórmula, lo que antes no se hacía ahora sí. “El Barça no habla de los árbitros”, titulaba y titula una de las leyes orgánicas del Barcelona. No obstante, claro está que el presidente del mismo no debe ser culé, y su mejor jugador tampoco. Algo falla aquí. No se quejan pero dicen que no es lo mismo que antes; no protestan pero ahora los árbitros son arrogantes; no hablan de los colegiados porque es de equipos pequeños pero dejan caer que no lo hacen bien. No se aclaran.
Lo importante es que no confunden a la culerada. Ese grupo de gente siniestra encabeza por personas como González (El Consabuerense), que sigue llorando cuando ve espaldas blancas. Gente que cuando ve una mocita madrileña le entra el canguelo porque sabe que la derrota está cerca. Ese pueblo que vivió durante tantos años sojuzgado bajo nuestro yugo de ganadores, sigue llorando y protestando por miedo.
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