Una semana ha transcurrido desde la fiesta blanca por las calles
de la comunidad de Madrid, un corto tiempo de descanso para unos que enlazó
este miércoles con la fiesta rojiblanca, que también tomó las calles de la
comunidad para celebrar su triunfo europeo.
Los cachorros controlados por Simeone no desaprovecharon la
oportunidad que da una competición hecha a medida para ellos. El Atlético de
Madrid ha subido un escalón, eso parece claro, dos Europa League en tres años,
más una Supercopa de Europa y opción a otra este año. El conjunto de la capital
ha dejado de lamentarse por sus derrotas y ha puesto objetivos claros y
posibles para su dimensión. Esta política le ha permitido situarse en ese
abanico de equipos europeos que todos dominamos: Oporto, Rubín Kazán, Shakhtar
Donetsk, Sevilla, etc.
Las consecuencias de estos logros son bidimensionales. Desde
el puntos de vista del aficionado una alegría inmensa al ver conquistar una
competición a su equipo, un motivo de celebración tras tanto sufrimiento y años
en blanco. La otra dimensión, la de club, es menos conocida. Estos equipos de
segundo plano, como de segundo plano es la competición de la Europa League,
están destinado a abastecer de futbolistas los clubs de la élite: Barcelona,
Real Madrid, Manchester United, Milan, etc.
En esta situación vemos como el Atlético ha conseguido ganar
este título con dos plantillas totalmente diferentes en tan sólo tres años. Si
las estrellas de la primera eran Forlán Y Agüero, en la segunda son: Falcao y
Diego. Y así, como se marcharon los primeros, parece que emigrarán los
segundos. Y aún peor este año, ya que el escaparate de esta competición europea
ha dejado ver a Adrián, y ahora tan sólo hay que ponerle precio.


El problema es que fichan por encima de sus posibilidades. Si en vez de gastarse 40 millones en Falcao se gastan 20 en Osvaldo, a lo mejor este año no hubiesen ganado la Europa League, pero empiezas a hacer un proyecto más a largo plazo que quizá te de más alegrías en un futuro.
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